«Los Santos
ayudan a todos los fieles “a alcanzar la santidad y la perfección en su propio
estado”. Su vida es una prueba concreta de que se puede vivir el Evangelio»
escribe el papa Francesco en su reciente Carta Apostolica Patris corde, que
recuerda a San José. Esta afirmación se ve confirmada en la vida y obra del
beato José Olallo Valdés (cuya memoria celebramos el 12 de febrero). Nuestro
Hermano, siguiendo desde su adolescencia, el ejemplo de San Juan de Dios y
acogiendo su carisma, realizó en plenitud su vida “solamente” viviendo el
Evangelio. Su existencia, que empezó con un rechazo, porque fue abandonado por
su madre, se convirtió en acogida y servicio para con todos, en la Cuba de
siglo XIX, una tierra marcada por la pobreza, las epidemias, las persecuciones,
las luchas y la guerra civil. Durante muchos años fue el único religioso
hospitalario de la isla caribeña, vivió y ejerció su servicio en el hospital de
Camangüey. Para todos era el “padre Olallo”, lo cual confirma que, en su forma
de asistir y cuidar a los enfermos y necesitados, en su defensa de sus derechos
y de los de sus conciudadanos, manifestaba un verdadero corazón de padre, del
padre que acoge y asiste a todos, cuida y custodia, protege y anima, con
humildad, dedicación, discreción y todo ello hacia quienes eran considerados
enemigos (revolucionarios y rebeldes).
Su caridad creativa y emprendedora, audaz y valiente es un testimonio de la
misericordia de Dios y un estímulo a vivir hoy el carisma de la Hospitalidad
que, inspirándose siempre en el Evangelio, da respuestas concretas y eficaces
antes las numerosas necesidades humanas, espirituales y religiosas de las
personas.
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